Me habría gustado dedicarte un brindis, esta noche, pues no tenia coraje.
Sabes, como siempre a veces ocurre, la vida sigue, y aquí un amigo se estaba marchando, mientras tu, compañero Anibal, te marchabas para siempre. No fui capaz a mezclar la despedida con un adiós. Y me habría gustado dedicarte una de estas copas felices, para desearte buen viaje, cualquiera el lugar donde vas; pues no creo que todos lo que estaban conmigo habrían entendido el sentido de este deseo, y tu historia es demasiado larga para contarla.
¿Que puedo decirte, compañero Anibal?
Que me siento un poco culpable, y que tengo mucha gana de contar tu historia – lo que yo conozco de tu historia – a unas orejas amigas. Aquí tampoco tengo un tinto para calentar, y esperar que tu digas “bueno, pues” y entras en la casa. Tampoco tengo las fichas de domino lista en la mesa, ni una gorra de paja como las que siempre tenias sobre tu cabeza.
¿Que puedo decirte, compañero Anibal?
Solo tengo una provisión de memorias, y a veces me parece está terminando; esperaba volver para tomar un poco más, también contigo, pues creo que es demasiado tarde.